martes, 24 de mayo de 2011

A mi nadie me preguntó nada

Ver encuestas no sirve para enterarse de qué piensan los demás, sino para descubrir que a uno nunca le han preguntado nada.

No sé de dónde sacan que el nivel de prestigio de Samuel Moreno es del tanto por ciento, que la mayor intención de voto para las próximas elecciones es por tal candidato o que el rating de la novela del prime time está por los cielos (o por los suelos), si a mí nadie se me ha acercado a consultarme nada de nada.

No averiguaron si quería venir al mundo, que no es poca cosa; de ahí en adelante, se tomaron todo tipo de decisiones sin que yo participara en ellas.

Nunca me importó no haber tenido la oportunidad de elegir hasta que recordé que mi madre me escogía la ropa para ir al colegio, que era de curas. Los curas elegían qué debía estudiar, cómo cortarme el pelo y decidieron también que en mi primera comunión usaría un traje de paño color habano con un corbatín morado de terciopelo, muy adecuado para el clima de sábado a las once de la mañana en Barranquilla.

Creí que me sentiría valorado cuando votara, pero votar no sirve. La única vez que lo hice mi candidato no ganó, y fue un alivio porque desde entonces siento que no tengo la culpa de nada. Pese a todo, votar te da valía social; en cambio, si no votas, es mejor mantenerlo escondido y afirmar que vas sin falta a las urnas para evitar miradas de reprobación.

Todos te hacen sentir mal si no votas: el sistema, la Registraduría, los medios de comunicación, tus padres. Si votas regularmente, un día abres el periódico para descubrir que el candidato que elegiste tiene vínculos con paramilitares y terminas odiándote por el resto de la vida. No hay salida: si votas, no te perdonas nada; si no votas, la sociedad te hace sentir mal en la misma medida en la que los casados hacen sentir mal a los solteros en un baby shower.

Los que definieron que el 37% de los colombianos prefieren el celular al televisor y que al 51% de la gente de este país no le gusta hacerle sexo oral a su pareja nunca pasaron por mi casa. Yo me hago matar por el Playstation y pocas cosas disfruto más que el sexo anal (hacerlo, no que me lo hagan, se entiende), pero nada de lo que yo piense parece sumar en las encuestas.

¿Cómo hace el Dane para dar una cifra de desempleo confiable si a mí nunca me preguntaron (ni cuando lo tenía, ni cuando no) si tenía trabajo? ¿De dónde sacaron los canales privados que la gente quiere cuatro horas seguidas de telenovelas y noticieros con secciones de farándula de cuarenta y cinco minutos? ¿Consultaron a un adivino o les bastó con pasar por un barrio popular de una ciudad intermedia para hacer una proyección nacional?

Ahora resulta que una reciente encuesta revela que La Brasa Roja es la compañía de comida rápida preferida por los colombianos. Y es raro que una encuesta tan banal me haga sentir tan ajeno a mi país, porque yo nunca he pisado un local de La Brasa Roja en la vida.

En las próximas elecciones no saldré de la casa para no votar. Pediré domicilio a Domino’s Pizza, que es lo que me gusta, y moriré de un infarto mientras veo un documental de Discovery Channel. Seguro que ni así apareceré en las encuestas que miden cuánta gente muere frente al televisor y su cuerpo es descubierto días después, inflado y en avance estado de descomposición. Si me equivoco y salgo reportado, mándenme un tweet.

Publicado en

http://www.cartelurbano.com/