La esposa de un amigo le pidió que de aniversario no le diera un regalo sino una experiencia, el tipo quedó loco. ¿Cómo ofrece uno una experiencia cuando toda la vida ha dado flores y regalos de carne y hueso? ¿No saben las mujeres después de tanto tiempo que los hombres necesitamos la obviedad?
¿A qué se refería la mujer de mi amigo con “Una experiencia”? Es algo que ni yo ni él hemos podido saber. Pasarse una mañana peleando en el centro de atención al cliente de un operador celular es toda una experiencia, no en vano los centros de atención al cliente del mío se llaman ahora ‘Centros de experiencia’.
Al final mi amigo no se embolató y de años de casados le regaló unos aretes y la llevó a cenar a un buen restaurante. No sabemos qué pensó ella de eso, pero ese no es el punto. El punto es que el lugar común de la humanidad, casi la razón por lo que existe la civilización, es que los hombres nos morimos por las mujeres aunque no tengamos idea de qué quieren.
Parecería que quieren velas y pétalos de rosa sobre la cama antes de hacer el amor, pero quién sabe. Las mujeres quieren enamoramiento, drama en pequeñas dosis y misterio en todas sus formas: viajes sorpresa, detalles escondidos en partes estratégicas de la casa. Uno les da plata y se enzorran, cuando la plata es lo más práctico que se ha inventado. Si yo fuera mujer pediría que los regalos me los dieran en efectivo, y viviría culeando todo el día.
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