lunes, 26 de agosto de 2013

El gran morboso

El problema del internet es la posibilidad de conocimiento infinito que nos da. Así usted no tenga un espíritu inquisitivo, puede conocerlo todo, desde cómo funciona la bolsa de valores hasta el grado de salinidad del Egeo.

Y claro, pasa que entre más tenemos más queremos y más infelices somos, por eso nos la pasamos en internet, que da un placer que suele convertirse en vacío. Seguimos acá porque tenemos fe en que algo bueno va a pasar, cuando la verdad es que no va a pasar nada, internet es este montón de horas perdidas. Yo vivo conectado a la espera de que alguien interesante me hable y me invite a algo, así de perdedor soy.

Y prefiero el computador, no soporto navegar desde el celular: las teclas son insufribles y la pantalla da la vuelta cuando se le da la gana y no sabe uno cómo controlarla. Entonces he hecho del computador mi verdadera casa. Salvo por las necesidades fisiológicas, allí me la paso y hago de todo. Eso no está bien, me da una sensación de cultura que no es otra cosa que una gran ignorancia. Paso horas en todo tipo de páginas y al final siento que en lugar de cultura adquirí basura.

Pasa que cuando uno quiere saber todo termina como Estados Unidos, metiéndose en la vida de los demás. El otro día leí que Colombia era uno de los países que más espiaba y quedé frío. No creo que vayan a reparar en un ciudadano del montón como yo, pero igual, las cosas que hay en mi computador son impresentables, casi causal de cancelación de visa, diría.

Ocurre que escribo en el navegador una letra, cualquiera, y lo primero que sale en el autocompletado es la dirección de una página porno. Me aterra pensar que un tercero ve en silencio lo mismo que yo, pero por cuestiones legales, no morales; dejé de preocuparme por el qué dirán el día que entendí que uno puede ser depravado sexual y buena persona al mismo tiempo.

De hecho, criticamos a Estados Unidos porque espía por internet al resto del mundo, pero nosotros hacemos lo mismo, con nuestros modestos recursos, y nos metemos al celular, mail y perfil de Facebook de nuestra pareja cada vez que podemos.

Ni los gringos ni nosotros lo hacemos con mala intención, seguro. Ellos afirman que monitorean a la humanidad para entenderla mejor, mientras que nosotros lo hacemos con nuestra pareja de manera preventiva, para evitar infidelidades y otros deslices.

Pasó que por tener la contraseña del correo de una novia vi unas fotos de ella desnuda que no eran para mí. El asunto, después de destrozarme y de acabar con la relación, causó en mí un poco de excitación que a veces uso para tener fantasías.

Me calmé durante un tiempo porque la cosa en realidad me afectó, pero qué va, soy un sapo, un Gran Hermano del morbo. Cada tanto escribo la dirección de correo o el usuario de alguien en Facebook o Twitter y empiezo a escribir contraseñas al azar, a ver si doy. A veces atino, casi siempre porque la gente hace la fácil y escribe el número de su cédula (que es lo más sencillo de averiguar). Me tocó una que se llamaba Camila y la contraseña de todo lo digital que tenía en esta vida ere precisamente ese: Camila. Eso es ser muy flojo o tener muchas ganas de que lo espíen.


Dos preguntas me inquietan antes de cerrar: ¿qué cosas desagradables de sí mismo habrá encontrado Estados Unidos luego de revisar los computadores del mundo, y qué pensará el mío de mí después de todo el porno que le he metido?

Publicada en la edición de agosto de la reviste Enter. enter.co