Nada genera más violencia en el fútbol que lo que se paga por jugador. Ni los asesinatos de hinchas, ni las apedreadas a los buses. Siente uno que los 100 millones de euros que van a pagar por Gareth Bale tienen el mismo efecto que el tráfico masivo de armas hacia países subdesarrollados.
En un mundo hecho mierda, con 3.500 millones de pobres y 16.200 armas nucleares (solo entre Rusia y Estados Unidos), que un tipo que viva de patear una pelota valga lo mismo que cuesta mantener 1.600 comedores comunitarios resulta un insulto. Y ocurre en España, que vive una crisis de puta madre (para usar un término bien ibérico), mismo lugar donde pagaron 57 millones de euros por Neymar y a Messi le pagan 16 millones al año de sueldo base. Uno, que es bien fanático del fútbol, se odia un poquito cuando se entera de que Barcelona y Real Madrid se gastaron 2.000 millones de euros en futbolistas durante poco más de una década. Digo, uno está para ver partidos, no para soportar esa industria del terror.
Y entre torneo y torneo, los millonarios del fútbol hacen campañas en África con unos niños muertos de hambre, que no está mal, pero no alcanza. Se deben sentir la verga siendo condescendientes con los pobres, tirándoles las migajas del dinero que ganan por patrocinadores, partidos de exhibición y derechos de transmisión por televisión. El mundo, el fútbol, está mal cuando en vez de oportunidades da caridad.
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