Creo que ya había dicho que Twitter es una red de subnormales, así la veo y así me comporto. No tengo lío con el que se la toma en serio, solo que me parece que la vida ya es demasiado solemne como para asumir Twitter de la misma manera. Yo abrí cuenta para decir bobadas, y en vez de ponerme un seudónimo y una foto cualquiera, me inscribí con mi identidad y cara verdaderas. En parte porque creo que hay que poner la cara, en parte porque es bueno para el negocio. Por mis tuits me han insultado y descalificado, pero también me han contratado para que escriba artículos, que es de lo que vivo.
El hecho es que hace poco puse una de mis pesadeces características, algo así como que iba a montarme a Transmilenio a coger culos (un medio que la gente usa también para colarse sin pagar y robar celulares), y una mujer se lo tomó en serio, muy. Empezó entonces una serie de críticas donde me denunció públicamente y me acusaba con el Alcalde de Bogotá, a quien le preguntó si era posible evitar que yo cometiera tal delito.
Poco le importó a esa persona que yo haya publicado casi 40.000 tuits, cada uno más idiota que el anterior, que le explicara que llevo ocho años sin coger un Transmilenio, que nunca haya tenido problemas con la justicia, y que en realidad ese día hubiera trabajado en una oficina hasta la una de la mañana. Ella siguió, y además de acusarme con Petro, me trató de acosador sexual y me denunció también con la cuenta de Twitter de El Tiempo, diario para el que trabajé.
Hay que ser muy idiota para tomarse una barbaridad de esas en serio y muy mala leche para sapear a alguien con un empleador para que lo despidan o dejen de contratarlo para escribir artículos ocasionalmente. Nunca he entendido a los creen que Twitter es la vida real, y se indignan, y convocan marchas, y piden la renuncia de un Senador, la revocatoria de un mandato o la cancelación del TLC. Si lo que quieren es cambiar el mundo, ¿por qué no dejan de joder a personas como yo (imbéciles, pero inofensivas), levantan el jopo de la silla y van detrás de los malos?
Es que se toman todo en serio, literal. Una vez escribí que Roberto Gómez Bolaños había muerto mientras veía un reality show donde concursantes encarnaban a sus personajes más famosos (una forma de decir que el programa era malo y las interpretaciones destrozaban a los personajes) y la gente lo entendió al pie de la letra. Salí en las noticias de por lo menos cinco países, en la edición digital de la revista People, me entrevistaron por radio y el mismo Gómez Bolaños tuvo que salir a desmentir que había fallecido. Y aún así, todavía hay quien me conoce como el hombre que mató a Chespirito. Yo sigo creyendo que lo mataron aquellos que no saben interpretar las cosas.
Si a esta altura usted no se ha dado cuenta de que yo soy una especie de Silvestre Dangond de las redes sociales, un chabacán, un irresponsable, pero que eso no es más que una postura, un personaje, está jodido. Ustedes de mí pueden decir las cosas malas que quieran, menos que uso de a dos y tres hashtags y lleno los tuits de hipervinculitos azules. Soy un idiota del promedio, pero no tanto como para unirme a un TT tipo #iSad, que fue el que usaron cuando murió Steve Jobs.
Soy periodista, vivo de escribir, pero usted nunca verá en mi perfil nada de eso. En Twitter soy Adolfo Zableh, a secas, respondo por mí, no por los medios para los que trabajo. No entiendo por qué despiden a periodistas que han puesto tuits considerados inadecuados si, no importa lo que digan los expertos de redes sociales, una cosa no tiene que ver con la otra. Es como la creencia esa de que una persona adúltera no puede ser buen Presidente de un país.
El otro día vi una valla que promocionaba ‘El Alquimista’, de Paulo Coelho, y anunciaba que el libro ya había vendido 65 millones de copias. Me parece una cifra insignificante, la verdad. En el mundo hay muchos más imbéciles, y casi todos estamos en Twitter.
Publicada en la edición de septiembre de la revista Enter. www.enter.co