Se murió Álvaro Mutis y empezó el llanto. Amigos de toda la vida, gente que nunca lo conoció, fanáticos de su obra, lectores ocasionales, personas que solo vieron ‘Ilona llega con la lluvia’, otros que apenas habían oído el nombre.
En los medios de comunicación le dedicaron lunes y martes a su muerte, y ya saben lo que vale un minuto en televisión. En los noticieros entrevistaron a escritores que lo único que dijeron ante la cámara fue que justamente la noche anterior habían estado leyendo un libro del autor, como si eso fuera una señal divina. En redes sociales fue peor porque hablar mierda en internet no cuesta, entonces se llenó de lamentaciones y lugares comunes. “Gracias por todo, Álvaro”, “Las letras colombianas están de luto” y cosas por el estilo.
Nunca he entendido esa costumbre de hablar bellezas de los muertos. Digo, el mundo es una cloaca por culpa de personas que alguna vez estuvieron vivas, así que tan maravillosas no debían ser. Alguien debería montar un cementerio llamado 'Jardines de los que en vida fueron unos completos hijos de puta', no cabrían los cuerpos.
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