Y no me refiero a que tengamos chivas rumberas, ni políticos corruptos, ni las calles rotas, ni que la ONU diga que somos unos de los países más desiguales del mundo, que esas son obviedades. Nuestra vida cotidiana está llena de pequeños detalles que, si los miramos bien, nos indica que somos una nación de cavernícolas y que es mucho el camino que nos falta por recorrer.
* El cliente nunca tiene la razón. ¿Alguna vez se le ha dañado algo (lo que sea: un par de zapatos, una nevera, el carro) a la semana de haberlo comprado? ¿Ha tratado de devolverlo? Si no, el día que le toque esta lotería descubrirá que quien se lo vendió hará hasta lo imposible para no responderle.
* Se puede pedir descuento. En el mundo desarrollado los precios son fijos y están exhibidos en todos lados para que el consumidor sepa cuánto debe pagar. Acá todavía se cobra según la cara de marrano que tenga el comprador.
* Los bancos siempre están llenos. En países desarrollados, todo se hace por internet, teléfono, o en esas casetas para carros donde uno manda la plata o el recibo por un tubo. Todo se demora minutos. Acá parece que regalaran cosas en los bancos porque siempre están llenos, especialmente en quincena.
* No hay semáforos peatonales, porque en los países atrasados el peatón es poca cosa y no alcanza el nivel del carro. Por eso acá vemos a la gente cruzar la calle a la de Dios: rápido, cogida de la mano y riéndose.
* El stand up comedy es el viejo y querido cuentachistes, pero maquillado, por eso los humoristas de vieja guardia han podido adaptarse y Alejandra Azcárate e Isabella Santodomingo han podido dedicarse a eso. El stand up comedy es una persona hablando mierda, con un micrófono en una mano y la otra metida en el bolsillo.
* Hace un par de años la licencia de maternidad pasó de doce a catorce semanas y se celebró como si fuera un triunfo. En Suecia, donde en lugar de animales viven personas, la licencia es de hasta 96 semanas. Lo siguen reino Unido con un año entero y Noruega, con 46.
* No sabemos usar las escaleras eléctricas ni el roundpoint (rotonda o glorieta, se llama). Del primero ignoramos que los que se quedan quietos se deben parar a la derecha y dejar el carril de la izquierda libre para que el quiera subir los escalones. A lo segundo, en la costa le dicen romboy, o ronvoy, porque ni idea cómo se imaginan los costeños que se escribe eso.
* Los supermercados tienen empacadores, y eso tiene que ver con dos cosas: acá, cualquier forma de subempleo es tomado como empleo para maquillar las cifras, y además el colombiano es flojo, malcriado, le gusta que lo atiendan (como si lo mereciera). De hecho, si no hay empacador, el cliente espera que la misma cajera que registró los productos los empaque. Eso es ser muy poca cosa.
* Acá le ponen sobrenombre a todos los jugadores de fútbol, no puede haber un solo futbolista al que llamen por su nombre de pila. Suelen relacionarlo con un animal, el lugar donde nació, el barrio donde vive, la música que oye, la comida que come, lo que sea. Y a la gente le encanta. Entre más apodos ponga un comentarista, más sintonía tiene y mejor le pagan.
Publicada en la edición de septiembre de Cartel Urbano. www.cartelurbano.com