Fui a ver la última película de Woody Allen y terminé encontrando a mi madre. La protagonista de la historia es una millonaria que queda casi en la calle luego de que su esposo se arruina y esa una mezcla caricaturizada de ella con mis dos últimas exnovias. De mi mamá tiene el haber conocido el lado duro de la vida luego de que perdiéramos hasta los calzoncillos, mientras que de una de mis ex tiene el parecer una persona normal y salir de pronto con ataques de pánico y otros desequilibrios que uno no entiende. Mi otra exnovia está reflejada en esa habilidad que tienen ciertas mujeres en fijarse en la posición socioeconómica de los hombres con los que se meten, pero hacer como si no fuera importante para ellas.
Y eso pasa porque uno suele buscar lo que vio en casa, sin quererlo o queriéndolo. Yo tengo amigos que dicen de frente que ellos se quieren casar con una mujer igual a su madre, mientras que otros están casados con ella porque así lo persiguieron toda la vida, pero sin saberlo.
Yo lidio con la impresión de haberme metido siempre con las mujeres que no debería, de estar atrapado en una cárcel que escogí voluntariamente. Vivo enamorado de las cachacas estrato seis porque mi mamá lo fue alguna vez. Luego se mudó a Barranquilla y se casó con un costeño clase media, pero nunca perdió su esencia. Durante años ella fue la única cachaca que conocí y cuando me vine a vivir a Bogotá entendí porque nunca había tenido novia en mi ciudad: a mí no me gustan las costeñas ni las caleñas, ni las paisas. A mí lo que me gusta son las bogotanas, ojalá de estrato 6, para que sean bien ricas y bien arpías.
Lea la entrada completa aquí