jueves, 31 de octubre de 2013

Todo el mundo quiere sacarle algo a alguien‏

Voy a decirlo de una vez porque no me gusta andar con rodeos: estoy cansado de que traten de meterme la verga sin mi permiso. Suena feo, pero tengo tal fama de patán que un vergazo más o un vergazo menos no hace la diferencia.

Para empezar, en este momento tengo cuatro cuentas de cobro embolatadas porque a veces parece que quienes lo contratan a uno con tanta urgencia hicieran después todo lo posible para no pagar. Eso sí, el trabajo que encargan se tiene que entregar puntual o no vuelven a llamar. Vivir del freelance me ha enseñado que uno no se tiene que esforzar en escribir el artículo a satisfacción, sino en lidiar con los procesos de las cuentas de cobro, que bien desgastantes que son. De ahora en adelante voy a trabajar igual a los que me encargan trabajo: entrega de artículos solo lunes de 2 a 5 p.m.

Por otro lado, ando buscando apartamento y no puedo más. Me he concentrado en Rosales, que es lo que me gusta porque soy un arribista, pero todo está carísimo. Dicen lo mismo cada vez que me muestran uno: “un cuarto, sala-comedor, cocina, depósito y garaje. Dos millones, más administración. El apartamento está totalmente remodelado y el edificio tiene un bonito jardín”, como si uno a esta edad estuviera para salir a retozar en un jardín comunal. Y lo dicen con ese acento cachaco todo educado, de gente divinamente de toda la vida, pero cuando le botan a uno el precio lo ofenden porque no hay derecho que en este roto de ciudad se manejen esos precios. Cuando la burbuja explote y nos vayamos todos a la mierda la culpa va a ser de ellos, que se hacen los maricas con la excusa de que “A eso está el mercado”, cuando lo cierto es que el mercado lo hacen ellos mismos.

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