Y lo de ciudad es una figura decorativa, porque esta vaina es en realidad un pueblo, y no me refiero a sus trancones y sus calles rotas, a sus taxímetros adulterados ni a sus precios inflados en restaurantes y finca raíz. Hablo de su gente. Bogotá es unipensamiento, llena de reprimidos que se creen de mundo pero que en realidad son bien provincianos. Católicos conservadores defensores de la familia, la tradición y la propiedad. Y aunque tiene 7 millones de habitantes, se mueve por pequeñas castas donde las mismos cuatro gatos se rotan unos con otros.
Son tan atrasados que cuando alguien llega a un restaurante estrato seis muchos voltean a ver quién entró; eso es subdesarrollo. Yo en esta ciudad he visto gente de 60 años preguntarle a otra de qué colegio se graduó, solo para poder referenciarla y saber cómo tratarla.