Ser políticamente correcto es lo que más hace daño al mundo. Digo, andar con cuidado por la vida, viendo a quién se ofende y a quién no, midiendo los pasos y las palabras no es vivir.
La semana pasada el noticiero abrió con la noticia de que unos caballos se iban a morir de hambre y la periodista empezó la nota preguntándole al encargado de cuidarlos que cómo iban a hacer para salvar esos caballos. ¿De verdad? ¿Unos caballos? ¿Qué nos creemos como para andar decidiendo a quién salvamos y a quién condenamos? ¿Han visto cómo está Colombia como para ponerse a mirar qué se hace con un animal que no está ni cerca de extinguirse?
La siguiente nota trataba de un tipo al que habían matado a puñal al sur de Bogotá y cuando entrevistaron a una testigo esta dijo que ella se había asustado mucho por los niños que estaban alrededor. ¿Los niños? ¿En serio? ¿Y el señor al que habían picado a cuchillo qué, que se lo coma el burro? No entiendo la obsesión con los niños: cuidar a los niños, querer a los niños, pensar en los niños, proteger a los niños. ¿En qué momento nos volvimos tan culos? Entiendo que uno se vuelva así si tiene hijos, pero eso es otra cosa porque se trata del instinto natural de proteger la propiedad privada; lo que me desconcierta es el afán por proteger a la niñez del mundo en general. Pa qué, si cuando esos niños crezcan se van a convertir en adultos desastrosos.
¿Han visto a esos que dicen que chatear en el teléfono delante de otras personas es de mala educación? ¿Qué les pasa, desde cuándo tan correctos? Ocurre que entre más políticamente correcta es la gente más hecho mierda está el mundo, así que alguna relación debe haber. Un día de estos alguien se va a ofender porque otro diga “Pásame ese saco negro”. Ese día nos van a obligar a llamarlo “saco afrodescendiente” y ahí sí nos vamos a ir a la mierda.
¿Vieron a todos los que participaron en la Teletón de hace unas semanas? Fueron 27 horas non stop con gente feliz y jovial y lastimera y preocupada por salvar al mundo. A cuenta de qué, si estar feliz todo el tiempo es igual de enfermo que vivir amargado. Yo sueño con que la gente pueda caminar, pero también con una Teletón que fracase.
Pero lo que confirmó que en estos tiempos hay que andar con cuidado para no ofender a cualquier imbécil fue el tema del comercial de Poker donde una persona se decepciona porque le regalan un libro en vez de una cerveza.
Para empezar, se metieron dos gremios que se tienen en muy alta estima: los literatos y los publicistas; no se sabe cuál de los dos es más ridículo. Los primeros se indignaron y pidieron cosas como retirar el comercial del aire y una carta donde la empresa se disculpara por la pieza publicitaria.
La propaganda no dice ninguna mentira: al colombiano le gusta más tomar que leer. Hay una estadística que dice que un adulto se bebe unas 200 cervezas anuales y lee apenas dos libros. Ambas cosas sirven para evadir la realidad, que duele, pero con el licor se logra más fácil. Y que no vengan a decir que Colombia está mal porque la gente bebe más que lo que lee, porque es una verdad a medias, y una verdad a medias es una mentira. ¿Quién ha dicho que leer sea una actividad noble, superior a las demás? ¿Ha visto a los literatos? Son aburridos, insoportables, excluyentes. Se toman demasiado en serio y se sienten orgullosos de los libros que han leído y no son capaces de escribir. De milagro no se han ahogado en su propia flema.
Para cerrar el tema diré que cualquier hijueputa escribe un libro (yo tengo dos) y que cualquier hijueputa más grande lo lee.
Indignados por doquier. En Twitter están Vladdo y Gustavo Bolívar, adalides de la moral y las causas justas. El primero es un caricaturista extraordinario (menos cuando hace Aleida, que es una porquería); el segundo, excelente libretista (digan lo que quieran, que escribir libretos para televisión es putamente difícil). Eso sí, cuando les entra la bobada de defender a los débiles se ven ridículos, porque es que no se puede ser tan bobo en esta vida. A ambos les encanta indignarse primero y preguntar después. Si alguien habla con Vladdo cuéntele lo que pienso de él; y que por favor me desbloquee.