Yo no entiendo nada del Medio Oriente, y eso que vengo de allá. El otro día comí con una amiga y su novio, nacido en Irán. Todo iba bien hasta que dije que él era árabe. Su expresión cambió y pasó de la jovialidad a la rabia. Conteniéndola, me dijo que no le volviera a llamar así, que él era persa. Yo traté de explicarle que en los noticieros no hacían la diferencia y que a toda persona que venga de un país desértico con algo de petróleo entre Marruecos y Afganistán la llaman así. Hasta hice la comparación con nosotros, que nos llaman ‘Latinos’ así hayamos nacido en Puerto Rico o Argentina, pero fue inútil, había arruinado la velada.
Pues eso, que no entendemos nada del Medio Oriente aunque los noticieros estén llenos de noticias de allá. Todos los días sale información del conflicto Árabe-Israelí y no sabemos diferenciar Cisjordania de la Franja de Gaza. Bashar al-Asad, Al Qaeda, Mahmud Ahmadineyad, Chiitas y Sunitas; oímos de ellos a diario pero como por chulear la obligación de estar informados, que viene siendo como casarse sin estar enamorado. Estar informado no tiene nada que ver con entender el mundo.
Pero es que si no sabemos que pasa con Petro y desconocemos el porcentaje real de intención de voto por Peñalosa, que son asuntos que tenemos en la jeta, menos vamos a comprender qué ocurre más allá del canal del Suez. En Siria mataron a seis mil personas en un solo mes y ya van 140.000 desde que empezó la guerra civil. Los medios nos martillan la cabeza con eso y seguimos perdidos. Murieron tres personas en el atentado de la Maratón de Boston y #PrayforBoston se volvió viral, mientas que en Medio Oriente llevan décadas de carnicería y ni un hashtag le hemos sacado. No digo que no haya sido un episodio duro, pero pareciera que no miramos las cosas en perspectiva. ¿Cómo funciona la moneda de cambio racial? ¿Cuántos árabes equivalen a un norteamericano? ¿A cómo esta el cambio de indios por ingleses hoy?
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