Ayer en la mañana me llegó un mail de la FIFA diciéndome que sí. Que sí a mi solicitud de acreditación como periodista para el mundial de Brasil, quiero decir.
Llevaba dos meses esperando y la verdad es que no podía dormir. Cuando la FIFA te escribe, por lo general incluye en el asunto del mail la leyenda ‘No lo conteste’ porque, al igual que a nosotros, no le gusta el spam. Intenso como soy, ya había mandado dos mails preguntando por mi acreditación, ya que todos los periodistas que conozco la habían recibido y solo yo faltaba por confirmación. De vuelta recibí dos correos por parte del comité organizador diciendo que tuviera paciencia, que las confirmaciones aún se estaban enviando. El primero fue cordial, el segundo ya fue en tono de “Te dijimos que esperaras, o te calmas o te dejamos sin mundial”.
Pero es que la FIFA no entiende lo que puede gustarle a uno el fútbol. Sí, es una actividad de trogloditas, una forma de adormecernos, la religión de nuestros días. También es cierto que no hay ser humano más imbécil que un hincha de fútbol y que esa famosa frase de Camus que dice “Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol” está llena de mierda. Sí, todo eso, pero qué le voy a hacer. Yo he dejado de ir a viajes y a fiestas por un partido. Pero no solo eso. La plata y los hijos que no tengo es por culpa del fútbol, me resulta imposible levantarme de la cama para ir a buscar dinero y mujeres, ¿no ven que por ESPN y FOX no dejan de pasar partidos? Yo he renunciado a tener sexo, y no les miento, por ver o jugar un partido. Los que dicen que el sexo es el mejor plan del mundo es porque nunca han pateado un balón. Pura lógica: no hay orgasmo que dure 90 minutos.
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