jueves, 1 de mayo de 2014

Cualquiera escribe un libro

Cualquier hijueputa escribe un libro. Yo tengo dos, para empezar. Ninguno bueno, eso sí, ambos muy mediocres. Es que los saqué por mi cuenta, sin editorial ni diseñador, sin corrector de estilo ni mercadeo, y así es muy jodido. Es que cuando toqué la puerta de una editorial pusieron cara de drama y me dijeron que solo podían darme el 10% de las ganancias porque en los libros no hay plata. No entiendo a esas empresas; si el negocio en el que están no es rentable, dedíquense a otra cosa y dejen de morirse y matar de hambre a los escritores.

Ahora, yo no soy escritor; yo escribo, que es diferente. Escritores Borges y Dostoievski, García Márquez y Dios, pare. Yo no tengo el nivel para ser publicado por una editorial, y ese es el problema del mercado del libro, que cualquier hijueputa se cree con madera para escribir uno.

A mí lo que me aterra es el poco prestigio que tenemos los blogueros y el mucho que tienen los que publican un libro, si ambos hacemos lo mismo. Alguien lanza libro, así sea la mierda, y empiezan a llamarlo “Escritor”. Lo sacan en la prensa, lo invitan a dar conferencias y a dictar clase en una universidad. A un bloguero no le pone atención ni la mamá. A un escritor de libros, en cambio, no se lo soporta ni la mamá.

No entiendo esa idolatría, si ser un autor publicado no es ningún mérito. Vea usted a Catalina Gómez, por ejemplo, que de la noche a la mañana se convirtió en gurú de los consejos hogareños y sacó un libro llamado ‘Los apuntes de Cata’. Se trata de una vaina muy pedorra donde da consejos tipo “Una pasta hecha con agua y bicarbonato puede calmar la molestia de las picaduras de insectos”. Listo, imprímase. La pieza es éxito en ventas, sale en reseñas de prensa y las amas de casa le piden a la autora sugerencias sobre limpiar paredes, conservar alfombras, endurecer las uñas y hacer durar los pañales del bebé. Todos consejos que se encuentran en internet o que los podría dar una tía.

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